lunes, 14 de enero de 2008

La Criatura

You will come to find
that we are all one mind


Estaba bien enterado del animismo y la cábala de Agripa, ya había estudiado la nigromancia y se había afiliado al partido feminista. Como a muchos, a H. se le pasaba por alto que su visión de la realidad era muy suya, muy oportuna para él.
Creía dogmáticamente en la falsedad del ego: aceptaba en su lugar esa larga, inconmensurable evolución colectiva; donde todo lo que es, fue y será, forma parte del Gran Alma.
Como arriba es abajo, en el microcosmos que es el hombre están, según H., todos los hombres. Por lo tanto, en esa criatura (que sabía oler tan bien) que va de la cama al baño y del baño a la cama dibujando una cinta de Moebius con sus pasos en la alfombra es, a su vez, todas las criaturas que saben oler tan bien habidas y por haber.
Prende un cigarrillo.
Una reminicencia late en su cabeza: los labios tienen un saber ajeno, y la conversación que sigue delata la infidelidad, aunque ninguna fidelidad se había supuesto.
Concluye que la criatura, circunstancialmente llamada Lucrecia, se ha acostado con muchos otros hombres, pero que todos son él, él es todos, o algo así.

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